jueves, 23 de febrero de 2012

Miércoles de Ceniza



Una cruz para mí, una cruz para ti; la satisfacción de tenerla y mostrarla con orgullo… hay algo de cristiandad en ello? No lo se, tal vez para mi no. Pero el daltónico jamás podrá reconocer un semáforo, quién ve los colores de otro modo esta entendiendo las señales de otro modo. Ahora cierro los ojos y suspiro, veo un niño jugando con un misal a media misa, doblándolo, preparándolo para hacer un avioncito, su madre lo regaña – Con eso no se juega-, el niño piensa-¿Porqué no puedo matar mi aburrimiento con esto?- no hay respuestas solo regaños, así es la vida en otros colores.

Sin luz no hay oscuridad y viceversa, la escala del rojo al amarillo, del azul al verde, los grados, dios mío, el universo esta a millones de años luz de ser comprendido, justo como el color. El color de nuestras vidas es sangriento, es vino tinto, las personas somos brutales, muy a nuestra manera, pero herimos y somos heridos, todo el tiempo, directa e indirectamente. Los sentidos nos dan la guía, nosotros traducimos o tratamos de hacerlo, en normas y en respuestas que pueden seguir siendo un regaño para los demás, y que pueden ser el cambio en la decisión de alguien más. Camaleones, como David Bowie, como todos aquellos que se han transformado más allá de la forma pero sin perder su espíritu. Sí la esencia precede a la existencia, entonces todo esta bien, y podemos reinventarnos hasta morir, porque todos somos un fénix potencial. El sabor, el olor, la textura, los colores, las lágrimas y las risas tienen un origen común, sentir las cosas y conocerlas en nosotros mismos o a través de alguien más. Todos somos espejos, todos somos satélites para alguien más, tal vez la cruz solo fue un pretexto para reconocer el carácter de una idea, pero patentar un rito y un culto para dominar a todos no es justo. Por otra parte, la justicia es muy relativa, darle a cada uno lo que merece, es complicado, pero no imposible. Escuchar, reír, llorar, dar; los grandes misterios de la vida están contenidos allí, donde las lágrimas tocan el piso y los dedos alcanzan el cielo.

Tocar el cielo y creerse una estrella, de nada sirve; una constelación tiene más mérito, una constelación es un triunfo universal sobre el agujero negro, si una estrella brilla podemos pedir un deseo y soñar, si las estrellas brillan podemos ver que no es tan difícil formar algo, ser algo en alguien más, y al final ser nosotros mismos.

El camino de la cruz es un numero de estaciones, de etapas, como todo es en realidad. Ciclos únicos en la manera en que se recorren, pero con una extraña familiaridad que se refleja en todos los objetos del mundo, una naturaleza que se entiende al entrañar un sentido de pertenencia con la realidad  Quiero pensar en algo completo y no puedo, quiero pensar en esferas y formas puras, pero no puedo. No puedo estar completo y me da gusto, quisiera arrodillarme y tener el perdón de los que he herido, pero la vida no es así, sangramos y hacemos sangrar, tal vez por eso el pan y el vino, la sangre y el cuerpo, son símbolos que puedo masticar. Los estigmas, la carne siendo atravesada, hay algo más real que eso? vuelvo a las estrellas y al cielo, que nos vigila y nos protege. No se porque, pero algo me estremece, saber que la luna determina las mareas, es saber que las estrellas brillan, más allá de lo que el ojo alcanza a ver. Ahora puedo ver, y sin saber, que Géminis y Tauro se pueden conocer.

domingo, 19 de febrero de 2012