boladeconstrucción
miércoles, 30 de mayo de 2012
creemas
"Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino.
Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. El les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré.
Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros.
Luego dijo a Tomás: Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.
Entonces Tomás respondió y le dijo: !!Señor mío, y Dios mío!
Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron."
La ciencia de creer, la creencia, que no es una certeza, pero es una idea y con eso es, en esencia, suficiente. ¿Suficiente para qué? para dar un impulso que lleva a hacer las cosas, a enfocarlas de otra manera, a transformarlas. La alquimia esta en todo, nos invita a borrar la línea fronteriza entre cosa y cosa, entre persona y persona. Conocerse, es siempre importante, es la única forma de dar luz a los demás, y saber recibirla o buscar recibirla. Es díficil pedir que se crea en una época como la nuestra, en la que estamos sumergidos en el nihilismo, en la nada, porque ya nada nos significa nada, y por eso no es posible creer en nada. Pero creer, es esa entrega a lo incierto, es el salto de fe. Saber que no hay más que un acto desinteresado donde cumplimos con nuestro deber, es un saber que tiene que ser total, es una fuerza mayor adentro de nosotros que nos lleva, más allá del límite. El límite impuesto por una sociedad no creyente, independientemente de sí es católica o cristiana o lo qué sea, no se trata de creer en un dios de una hora a la semana, como ver la tele, se trata de encontrar a ese dios que vive en todo, de maneras peculiares pero que lo contienen. Poder ser una gota en una ola, un grano de sal en el mar.
El poder de esa transformación es completamente individual, pero solo en cuanto halla aceptación estoica, pero armónica en una realidad material; el despliegue del cambio se vuelve un compromiso diario, como una renovación en todos los sentidos, buenos y malos, porque debemos de entender que la vida no es buena ni mala, tampoco dios.
La indeterminación es angustia, es horas largas sin tener una respuesta, pero es una posibilidad. Saberlo nos hace parte, nos libera y nos compromete, asi como todo es un sí y un no, así debemos creer en la posibilidad, en hacer las cosas bien sin esperar algo a cambio. Lo demás esta ahí esperando a que creamos que sí puede pasar. Espera y espera, la nueva ola necesita romper el rompeolas.
El poder de esa transformación es completamente individual, pero solo en cuanto halla aceptación estoica, pero armónica en una realidad material; el despliegue del cambio se vuelve un compromiso diario, como una renovación en todos los sentidos, buenos y malos, porque debemos de entender que la vida no es buena ni mala, tampoco dios.
La indeterminación es angustia, es horas largas sin tener una respuesta, pero es una posibilidad. Saberlo nos hace parte, nos libera y nos compromete, asi como todo es un sí y un no, así debemos creer en la posibilidad, en hacer las cosas bien sin esperar algo a cambio. Lo demás esta ahí esperando a que creamos que sí puede pasar. Espera y espera, la nueva ola necesita romper el rompeolas.
domingo, 11 de marzo de 2012
Pronombres
Cada vez que pienso en porque la vida es tan bizarra y
peculiar, también pienso en que hay un misterio oculto que hace que esas cosas
pasen y nos sigan sorprendiendo, para bien, y para mal. Aun así, seguimos
atrapados en un juego donde hay buenos y
malos, ricos y pobres, nacos y fresas, y todas las demás etiquetas que puedan
existir. Siempre hay un punto que evidencia nuestra estupidez: cuando juzgamos,
cuando señalamos, pero también cuando no lo hacemos y esta en nuestro deber
hacerlo. ¿Qué debemos?¿A quién debemos?, nada y solo a nosotros mismos, pero en
ese mismo orden, todo y todo el tiempo a los demás.
Vivir en sociedad y aceptar reglas, suena a bajar las manos,
a aceptar al “sistema”; por encima de
eso entiendo que aceptar la convivencia con más personas implica un contrato de
otro tipo, que si no esta siendo respetado, entonces no hay respeto por nadie,
ni por ti, ni por mi, ni por él de al lado. No se trata de una cuestión de
clases ni nada, solamente es ser realistas y ver cuan lejos estamos de poder
lograr algo tan (supuestamente) simple
como convivir con alguien más. Ahora hay muchas formas de convivir,
desde las más convencionales hasta las más extremas, pero todas guardan una
raíz, un sentido interno que es respetado, por más anárquico que uno se pueda
sentir, el mismo Bakunin dijo que la libertad no se mendiga, se conquista;
hecho que con tristeza, tengo que admitir que estamos lejos de conquistar.
Decir estamos, en plural, con sus siete letras, es porque se que cualquiera
puede ser un idiota con su prójimo, a la menor provocación. Aquí no hay palomas
blancas, solo hay gente con más iniciativa de cambio y ya. Esto tampoco se
trata de señalar a nadie, pero con sucesos como los de la noche de ayer en un
concierto gratuito organizado por una empresa cervecera, solo me queda seguir pensando
en el absurdo y trágico panorama que nos aguarda, como país, como jóvenes, como
sociedad, y como todo lo demás que seamos. Es triste que las personas se traten
como cosas, que alguien quiera dominar a alguien más, que nos cueste tanto
trabajo entender que a veces (casi siempre la mayoría de las veces) el
bienestar común es mucho más esencial que cinco minutos de euforia y protagonismo.
Estamos sumidos en este pantano ético-cultural, porque así lo elegimos. Nadie
nos obliga a prender la tele, nadie nos obliga a comprar, y a la vez estamos
comprometidos al consumo de un sin fin de cosas que se vuelven más importantes
que las personas, consumiendo personas para disfrutar de las cosas, somos la
serpiente que se muerde la cola.
Las divisiones, los abismos que hay entre la gente, son
huecos que están carcomiendo a un México tutti-fruti, a un México de mil caras,
que quiere caminar, pero que da un paso y se desborona: si eres güero estas
mal, si eres moreno estas mal, si eres mujer estas mal, si no tienes un
apellido estas mal, si haces las cosas de otra forma, también estas mal.
Evidentemente estar bien o estar mal, no tiene ninguna importancia, mientras
nosotros lo sepamos. Lo otro es entrar en la matrix, entrar en ese juego donde
la vida y los sueños se drenan en una alcantarilla patrocinada por una empresa
de refrescos que quiere que seas un superhéroe, así de loco esta el asunto.
Cada vida es una historia, y somos tantas vidas haciendo
historia… ¿Queremos hacer historia o pasar a la historia? En nuestro sinsentido
cotidiano hay un jugo vital, hay una poquita de gracia que hace que todo
cambie, inclusive nosotros mismos. Hacer algo, es pensar en estar vivos, en que
nuestra deuda con la vida esta más allá de las reglas, de las confesiones, de
los padres nuestros y los padres de cualquier tipo, los límites los ponemos
nosotros, porque al final estamos solos, solo renunciando a ese “yo” existen
los demás pronombres.
El
cambio, es un arte marcial mental, nos entrena para construir e incluir, para
reconsiderar y conservar, para entender que en la imposibilidad siempre hay alguien
más que puede hallar, al menos, una posibilidad.
En México hay una guerra, y no es esa famosa guerra que
anuncian todos los días en todos lados, estamos en guerra con nosotros mismos.
domingo, 4 de marzo de 2012
Santa Dymphna
Cuándo la gente me pregunta qué estudié, y les digo
“Filosofía”, existe un estereotipo duro, a veces secante, que me hace tratar de
explicar que soy una persona normal, que toma cerveza y se enajena con cosas,
así nada más. Eso es importante cuando sabes que la mayoría de las personas que
creen que para estudiar Filosofía hay que ser ateo y drogadicto o ambas, cosa
que no es del todo falsa, pero que creo que se equivoca en el primero de los
juicios. Cuando estas en un lugar donde las palabras ser, espíritu, metafísica,
se vuelven parte de chistes y una extraña cotidianeidad, es imposible aislarse
de procesos que para mí llegan a ser inexplicables. Uno de ellos es creer.
Cinco letras que, tal vez son más díficiles de pensar que todo el alfabeto al
revés, pero que independientemente de todo, parten al mundo en dos: escépticos
y creyentes. Puedes creer que el hombre llego a la luna, creer en ovnis, en que
México jugará un partido de cuartos de final en un mundial, pero sí crees en
algo a lo que puedes llamar Dios, todo cambia. La delgada línea que separa al
ateo del feligrés es delgada, pero firme. No todo el mundo puede pararse un
minuto para santiguarse ante una capilla, no todo el mundo esta dispuesto a
leer a Marx ó a Lenin, el problema es como todo esto se polariza.
Creer parece que en muchos de los casos, significa un
atentado contra la razón, porque gracias a la fe, se han encubierto muchos de
los grandes crímenes en la historia humana, solo para que ahora veamos como la
ciencia y la tecnología reciben el turno para mostrarle a los teístas como
exterminar vidas. La realidad es una, la verdad y la fe son reales cuando
existen por que guían el sentido de una vida, sin importar si es famoso, o no,
esta guía es subjetiva y no es un fundamento ni un universal. Entender como es
que los extremos se tocan, es un proceso espinoso, y tal vez imposible de
explicar. Ahora solo queda preguntarnos, ¿Porqué hay conversiones, porqué hay
un largo historial de creyentes y agnósticos que han tenido lo suficiente para
transformar su realidad? Al final todo es una creencia, una aproximación.
Siempre me quise acercar a un paquidermo, la primera vez que lo hice fue en un
circo, era un hipopótamo pequeño, ahora se que los circos con animales están
mal, porque los tratan como basura; en ese momento yo necesitaba saber como era
algo que solo podía imaginar. Lo opuesto es encontrar pequeñas migajas de una realidad
inmaterial, para aproximarnos a algo que es más grande. Tener una evidencia
de esto cambia todo, porque si realmente hay una conexión entre cosas que
puedan ser señales, o el pasado, el presente y el futuro… miles de conexiones
zumban en mi cabeza, pero para alguien en este instante, esos zumbidos son
realidades.
Los adictos, los leprosos, los marginados, los locos.
¿Porqué es necesario mostrar que en aquellos que están en la
mierda de la mierda social, esta la clave para el cambio? No es la pintura,
solo la luz reflejada en ella. El crisol de experiencias sórdidas y hostiles
que solamente escuchamos en aquellos medios destinados a “ablandar” nuestra
indolente conciencia, es solo parte del plan para poder seguir señalando
personas y hacer el blanco más blanco y el negro más negro. El proceso de
atravesar esos lugares oscuros en la vida es otro. Las personas son distintas,
los errores pueden ser los mismos, pero la gente es distinta. Ahora sabemos que
una desviación ligera de un camión de papas rumbo a Guatemala puede hacer que
los osos polares enloquezcan y se ahoguen en el ártico, todo eso puede ser
real, pero si nadie lo siente, entonces no ha pasado. Las personas sí sienten,
todo el tiempo sentimos, hay un punto de separación donde las acciones pierden
su curso, su sentido, como el plástico derretido, no sabemos por donde empezar
a contar una historia con un desenlace poco feliz. Pero las cosas que traen
cambios en las vidas de aquellos con genuinos sufrimientos debe ser algo fuera
de este mundo. Una droga por otra droga, algunos dirán, yo solo digo que ambas
cosas te pueden hacer sentir amado y querido, y ambas cosas te dan respuestas,
todo depende que es lo que nosotros hacemos con eso. Sí hay adictos a la piedra
colgando los hábitos por que un señor con barba los iluminó, esta bien, sí hay
personas en la sierra que toman hongos o simplemente meditan y sienten que
están en conexión con una fuerza cósmica que unifica y da sentido a todo,
tampoco creo que este mal, malo sería creer que todo mundo debe hacer lo mismo,
a la misma hora y al mismo tiempo, eso para mí es el mal en el mundo.
jueves, 23 de febrero de 2012
Miércoles de Ceniza
Una cruz para mí, una cruz para ti; la satisfacción de
tenerla y mostrarla con orgullo… hay algo de cristiandad en ello? No lo se, tal
vez para mi no. Pero el daltónico jamás podrá reconocer un semáforo, quién ve
los colores de otro modo esta entendiendo las señales de otro modo. Ahora
cierro los ojos y suspiro, veo un niño jugando con un misal a media misa,
doblándolo, preparándolo para hacer un avioncito, su madre lo regaña – Con eso
no se juega-, el niño piensa-¿Porqué no puedo matar mi aburrimiento con esto?-
no hay respuestas solo regaños, así es la vida en otros colores.
Sin luz no hay oscuridad y viceversa, la escala del rojo al
amarillo, del azul al verde, los grados, dios mío, el universo esta a millones
de años luz de ser comprendido, justo como el color. El color de nuestras vidas
es sangriento, es vino tinto, las personas somos brutales, muy a nuestra
manera, pero herimos y somos heridos, todo el tiempo, directa e indirectamente.
Los sentidos nos dan la guía, nosotros traducimos o tratamos de hacerlo, en
normas y en respuestas que pueden seguir siendo un regaño para los demás, y que
pueden ser el cambio en la decisión de alguien más. Camaleones, como David
Bowie, como todos aquellos que se han transformado más allá de la forma pero
sin perder su espíritu. Sí la esencia precede a la existencia, entonces todo
esta bien, y podemos reinventarnos hasta morir, porque todos somos un fénix
potencial. El sabor, el olor, la textura, los colores, las lágrimas y las risas
tienen un origen común, sentir las cosas y conocerlas en nosotros mismos o a
través de alguien más. Todos somos espejos, todos somos satélites para alguien
más, tal vez la cruz solo fue un pretexto para reconocer el carácter de una
idea, pero patentar un rito y un culto para dominar a todos no es justo. Por
otra parte, la justicia es muy relativa, darle a cada uno lo que merece, es
complicado, pero no imposible. Escuchar, reír, llorar, dar; los grandes
misterios de la vida están contenidos allí, donde las lágrimas tocan el piso y
los dedos alcanzan el cielo.
Tocar el cielo y creerse una estrella, de nada sirve; una
constelación tiene más mérito, una constelación es un triunfo universal sobre
el agujero negro, si una estrella brilla podemos pedir un deseo y soñar, si las
estrellas brillan podemos ver que no es tan difícil formar algo, ser algo en
alguien más, y al final ser nosotros mismos.
El camino de la cruz es un numero de estaciones, de etapas,
como todo es en realidad. Ciclos únicos en la manera en que se recorren, pero
con una extraña familiaridad que se refleja en todos los objetos del mundo, una
naturaleza que se entiende al entrañar un sentido de pertenencia con la
realidad Quiero pensar en algo completo
y no puedo, quiero pensar en esferas y formas puras, pero no puedo. No puedo
estar completo y me da gusto, quisiera arrodillarme y tener el perdón de los
que he herido, pero la vida no es así, sangramos y hacemos sangrar, tal vez por
eso el pan y el vino, la sangre y el cuerpo, son símbolos que puedo masticar.
Los estigmas, la carne siendo atravesada, hay algo más real que eso? vuelvo a
las estrellas y al cielo, que nos vigila y nos protege. No se porque, pero algo
me estremece, saber que la luna determina las mareas, es saber que las
estrellas brillan, más allá de lo que el ojo alcanza a ver. Ahora puedo ver, y
sin saber, que Géminis y Tauro se pueden conocer.
domingo, 19 de febrero de 2012
viernes, 13 de enero de 2012
tres és
Ahora y nunca, para siempre, las historias con final feliz que nunca fueron contadas,
aparecen en mi televisión, en mi cabeza, ahora y siempre todo cae y se levanta en
mares de confusión, que inundan y estremecen...y hasta la propia tierra mecen.
Cada vez que avanzo, cada vez que miro, insisto en la vía y en el hastío,
que un viernes trece tuvo nombre de asesino.
aparecen en mi televisión, en mi cabeza, ahora y siempre todo cae y se levanta en
mares de confusión, que inundan y estremecen...y hasta la propia tierra mecen.
Cada vez que avanzo, cada vez que miro, insisto en la vía y en el hastío,
que un viernes trece tuvo nombre de asesino.
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