Cada vez que pienso en porque la vida es tan bizarra y
peculiar, también pienso en que hay un misterio oculto que hace que esas cosas
pasen y nos sigan sorprendiendo, para bien, y para mal. Aun así, seguimos
atrapados en un juego donde hay buenos y
malos, ricos y pobres, nacos y fresas, y todas las demás etiquetas que puedan
existir. Siempre hay un punto que evidencia nuestra estupidez: cuando juzgamos,
cuando señalamos, pero también cuando no lo hacemos y esta en nuestro deber
hacerlo. ¿Qué debemos?¿A quién debemos?, nada y solo a nosotros mismos, pero en
ese mismo orden, todo y todo el tiempo a los demás.
Vivir en sociedad y aceptar reglas, suena a bajar las manos,
a aceptar al “sistema”; por encima de
eso entiendo que aceptar la convivencia con más personas implica un contrato de
otro tipo, que si no esta siendo respetado, entonces no hay respeto por nadie,
ni por ti, ni por mi, ni por él de al lado. No se trata de una cuestión de
clases ni nada, solamente es ser realistas y ver cuan lejos estamos de poder
lograr algo tan (supuestamente) simple
como convivir con alguien más. Ahora hay muchas formas de convivir,
desde las más convencionales hasta las más extremas, pero todas guardan una
raíz, un sentido interno que es respetado, por más anárquico que uno se pueda
sentir, el mismo Bakunin dijo que la libertad no se mendiga, se conquista;
hecho que con tristeza, tengo que admitir que estamos lejos de conquistar.
Decir estamos, en plural, con sus siete letras, es porque se que cualquiera
puede ser un idiota con su prójimo, a la menor provocación. Aquí no hay palomas
blancas, solo hay gente con más iniciativa de cambio y ya. Esto tampoco se
trata de señalar a nadie, pero con sucesos como los de la noche de ayer en un
concierto gratuito organizado por una empresa cervecera, solo me queda seguir pensando
en el absurdo y trágico panorama que nos aguarda, como país, como jóvenes, como
sociedad, y como todo lo demás que seamos. Es triste que las personas se traten
como cosas, que alguien quiera dominar a alguien más, que nos cueste tanto
trabajo entender que a veces (casi siempre la mayoría de las veces) el
bienestar común es mucho más esencial que cinco minutos de euforia y protagonismo.
Estamos sumidos en este pantano ético-cultural, porque así lo elegimos. Nadie
nos obliga a prender la tele, nadie nos obliga a comprar, y a la vez estamos
comprometidos al consumo de un sin fin de cosas que se vuelven más importantes
que las personas, consumiendo personas para disfrutar de las cosas, somos la
serpiente que se muerde la cola.
Las divisiones, los abismos que hay entre la gente, son
huecos que están carcomiendo a un México tutti-fruti, a un México de mil caras,
que quiere caminar, pero que da un paso y se desborona: si eres güero estas
mal, si eres moreno estas mal, si eres mujer estas mal, si no tienes un
apellido estas mal, si haces las cosas de otra forma, también estas mal.
Evidentemente estar bien o estar mal, no tiene ninguna importancia, mientras
nosotros lo sepamos. Lo otro es entrar en la matrix, entrar en ese juego donde
la vida y los sueños se drenan en una alcantarilla patrocinada por una empresa
de refrescos que quiere que seas un superhéroe, así de loco esta el asunto.
Cada vida es una historia, y somos tantas vidas haciendo
historia… ¿Queremos hacer historia o pasar a la historia? En nuestro sinsentido
cotidiano hay un jugo vital, hay una poquita de gracia que hace que todo
cambie, inclusive nosotros mismos. Hacer algo, es pensar en estar vivos, en que
nuestra deuda con la vida esta más allá de las reglas, de las confesiones, de
los padres nuestros y los padres de cualquier tipo, los límites los ponemos
nosotros, porque al final estamos solos, solo renunciando a ese “yo” existen
los demás pronombres.
El
cambio, es un arte marcial mental, nos entrena para construir e incluir, para
reconsiderar y conservar, para entender que en la imposibilidad siempre hay alguien
más que puede hallar, al menos, una posibilidad.
En México hay una guerra, y no es esa famosa guerra que
anuncian todos los días en todos lados, estamos en guerra con nosotros mismos.
Hobo Eros.
ResponderEliminarSer 0, sin 0.
Now here/no where
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